Capítulo 3. Juliette.

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Hey,lectores! La entrada debía publicarse a las seis,pero tal como me previno Sondra,no funcionan,la verdad es que menos mal que me he fijado sino hubiera sido un fracaso.

Parece ser que las entradas"programadas" según he leído están en "reparación".

Bien,tras la explicación quería expresaros, que aunque a todos puede no gustaros el capítulo,que por favor o me evaluéis o me comenteis.

Sería un honor recibir una crítica,buena o mala. No importa.

Andie,queda un capítulo menos para tu sorpresa.Dos capítulos.Espero no decepcionarte.

En este capítulo se verá que siempre hay problemas con el amor,sobre todo cuando una de tus mejores amigas se enamora de tu chico.Un mordisquito duulce(L*)

Él la miró con intensidad, se veía a la legua que los dos, en ese mismo instante, estaban recordando la promesa mientras se miraban.

La joven sonrió, le encantó cuando hicieron esa promesa, nostálgica. Ese día se había sentido especial para él, una lástima que no lo fuera. Una lástima. Se encogió de hombros mentalmente. La culpa no era suya, al fin y al cabo.

Intentó no recordar perfectamente aquella tarde, pero no pasaba por su mente ningún día el placer de olvidarla. Recordaba cada matiz, cada sensación y sobre todo que después de hacer la promesa llegó el tiempo de volver a casa y él le tendió su chaqueta de cuero blanco (que tanto adoraba) porque se dio cuenta de que tenía frío.

Ariadna se ordenó mentalmente dejar aquellos pensamientos y, sin saber cómo, lo consiguió.

Javier volvió a mirarla de arriba abajo y se le ocurrió una idea de repente.

-¿Qué te parece si te cambias…?-ella le dirigió una mirada asesina “ni siquiera sabe cuánto he tardado en elegirla” pensó la chica.- Bueno, ¿si te pones más idónea para la idea que se me acaba de ocurrir?

Ella no pareció pensárselo dos veces, las ideas de Javier pocas veces eran buenas pero con tal de no rallarse por nada en absoluto le pareció bien. Su cara se relajó (y con ella todas y cada una de sus facciones) y cogió la mano del muchacho.

Los dos, con pasos regulares pero uno mediante el silencio y la otra mediante los punzantes sonidos del tacón en el mármol duro y frío, subieron hasta el tercer piso (donde vivía ella).

La escalera se subió en silencio, ella iba sumida en el dolor de cada pisada en el mármol y él en la idea (sopesaba si era buena o no, cosa que era rara).Aunque cada uno iba separados mentalmente, sus manos soportaban el peso de los dos, el joven no le hizo falta saber nada para pensar que debía cogerla del brazo cuando llegaran al último escalón puesto que ella estaría sin aliento.

El último escalón no se hizo de rogar y Ariadna soltó un suspiro de alivio, instintivamente Javier la cogió del brazo y a tiempo para evitar que ella se balanceara peligrosamente hacia atrás.

-Gracias.-susurró ella.

Él hizo un leve asentimiento con la cabeza, a fin de cuentas eso no significaba nada.

Javier la había sostenido, podría haberse caído y ni siquiera hablaban, así que eso demostraba que había estado atento.Pendiente de ella.Eso sí que definitivamente era raro en él. Últimamente ella lo había notado, estaba callado, pensativo y reflexivo, pausado, relajado y nervioso…Un conjunto de sentimientos que él nunca había juntado. Es más él nunca había parecido (corsiva) tener sentimientos. (/corsiva)

¿Qué le estaba pasando al chico de hielo? ¿A la marioneta o muñeco sin sentimientos? Y, lo más importante, ¿porqué a ella después de tanto tiempo le importaba?

Nada de eso le entraba en la cabeza pero se abstuvo de seguir pensándolo cuando notó la suave mano de él metiendo la mano en su bolso, justo exactamente donde llevaba años guardándolas, para abrir la cancela que conduciría al pasillo de su piso.

Nadie sabía, más bien, no le había dicho a nadie que las guardaba ahí, así que él solo lo sabría….observándola. Se encogió de hombros.

“¿Y eso qué importa?” con este pensamiento dio fin a toda la rallada. No se rallaría más.

Al menos por hoy. Sabía que eso era tan difícil, que tocaba con lo imposible. Aunque le gustaría pensar que nunca hubo primera vez y que ya no habría ninguna más. Ninugna rallada más.

El silencio y los pensamientos parecían ser el tema de día, ninguno parecía tener nada importante que decir, o se lo guardaban en el corazón.

La joven se decantaba por la primera, mientras que al muchacho ni siquiera se le habían ocurrido esas dos alternativas.

La casa de Ariadna estaba desierta, aunque aún se olía en el aire el perfume de unas magdalenas que seguramente su madre le habría preparado a su hermano pequeño (Pedro,7 años) y a la vecina del primer piso( la madre de Javier, Sandra).Por todo eso, el olor y la suposición perfectamente correcta, J. supo que ellas tardarían demasiado en dejar de hablar(él pensaba que parloteaban como cotorras mientras que Pedro se pondría a correr o husmear en la casa, sobre todo en su propio cuarto)como para percibir que habían estado allí.

Los dos se llenaron con el olor pastoso y dulce, como solía ser el chocolate que usaba la madre de Ari para crearlas. Javier por su parte estaba luchando por reprimir el sentimiento….

…que le producía ese olor. Infancia, Chocolate, Rizos de oro danzando delante suya, jugando con sus propios juguetes. Y también la irrefrenable sensación de querer buscar alguna magdalena triste, sola y abandonada por casualidad.

-No puedes hacer eso.-Ariadna suspiró, era tan simple saber en qué podría estar pensando él, mientras que Javier se preguntaba quién podría haber imaginado que tendría delante suya una muñequita tan perfecta de la que estaba… eso no importaba, ella había hablado. Abrió la boca para decir algo pero la joven se lo impidió, aún tenía algo que añadir.-Eso solo haría que se diera cuenta de que hemos estado aquí, ¿no crees?

Él se rascó la barbilla sonoramente, asintió y desvió la mirada de esos inquisitivos y sensatos ojos marrones hasta fijarlos en un espejo. La verdad es que se podía decir que estaba realmente atractivo, le hizo un guiño al espejo.

Cuando Ari se dio cuenta de que, el desviarle la mirada, era para hacerse mohines a sí mismo en el espejo puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y, dejándole a sus espaldas con sus niñerías, se dirigió a su cuarto.

Ni si quiera se dio cuenta de que él la había seguido hasta que la luz de la habitación se encendió como por arte de magia.

-Pensaba que no me seguirías, que tu reflejo era mucho más importante.-le reprochó ella.-Ya sabes que puedes sentarte en mi cama y encender la tele, tardaré lo menos posible.

Él no se limitó a quedarse callado como siempre hacía, esta vez respondió.

-Mi reflejo siempre lo podré ver, todos los días, todas las horas…-estaba dando rodeos, esperaba que no se le notara que estaba nervioso.- es decir, cuando quiera y a ti no, Ar.

Ariadna nunca iba a admitir que la respuesta la había impresionado así que hizo lo único que se le ocurrió, ir al baño a cambiarse en silencio.

Se detuvo para buscar una ropa cómoda, mientras que el muchacho ponía la tele y empezaba a darle vueltas a lo absurdo que era el culebrón.

Resulta que era lo más clásico, normal y usual en la vida real. Tú cuando borracho o por deseo te acostabas con la hermana de la que era tu novia, ibas a pedirle consejo a su mejor amiga (la mejor amiga de tu novia)como si ella fuera a apoyarte y ayudarte. Claro, eso pasaba todos los días, ¿porqué ir a preguntarle a uno de tus amigos? No, tú tenías que preguntarle a su amiga . Lo más lógico.Aunque es bueno tener una opinión femenina.

En algún momento(se apuntó mentalmente) debería mandar una reclamación, los culebrones dañaban la vida social. Ataban a personas a historias absurdas mientras éstas podrían estar fuera. Aunque tampoco tenían culpa los culebrones, esas personas habían decidido quedarse en casa así que..

Ariadna iba a dirigirse al baño cuando una música le llegó a los oídos.

“Te amo, te amo she says to me”. cantaba Rihanna en una de sus antiguas canciones que provenían de los pantalones de Javi.

Se preguntó como cien mil veces antes había hecho, porqué él tenía ese tono. La canción iba de dos chicas que se querían, bueno más bien una de ellas quería a la que hacía de Rihanna y ésta no parecía sentir lo mismo.

Al darle vueltas a eso, quizás él nunca se había enamorado de nadie y por eso se sentía identificado.

Javier escuchó encantado su tono, pensando en que ojalá ella le dijera “te amo”.

-¿No vas a responder?-inquirió Ar desde la otra punta de a habitación, con un tono de curiosidad.

Javier levantó la mano y le restó importancia.

-No estoy de servicio.-la muchacha contuvo una risa ante tal respuesta.- Bueno, también es que me gusta hacerme de rogar.-alzó la mano y rebuscando en sus pantalones encontró el teléfono. Ariadna ni se paró a mirarlo seguro que sería uno de esos que habrían salido hace menos de una semana en el mercado y su padre le habría regalado. Javier tocó la pantalla con su dedo índice y se llevó el aparato al oído derecho (aunque el izquierdo estaba más cerca para él, es que los chicos son complicados, pensó Ariadna).

-¿Diga?-una suave y lenta voz respondió desde el otro lado de la línea.-Juliette.-añadió mirando a la joven, como si la estuviera informando.